sábado, 18 de agosto de 2012

Apuntes sobre la Libertad X


Uno no siempre hace lo que quiere pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere” decía M. Benedetti. Y quizás aquí se juegue el concepto de libertad. Tironeado, tensado, por los innumerables condicionamientos socio-histórico-culturales y las tendencias genético-somáticas, se encuentra el ser humano. Y hace lo que puede, dentro de lo que quiere. Nuestra libertad, digámoslo de una vez, es (muy) limitada. Pero los límites, los bordes, a su vez, son condición de posibilidad. Estamos condicionados pero no determinados; el margen sigue siendo un lugar donde continuar escribiendo.
Cada elección es una renuncia y cada renuncia es una elección. Estamos condenados a ser libres, dijo Jean Paul. No soy libre de elegir ser libre, pero tampoco de renunciar a ello. Y agrego algunas frases tan existenciales como apócrifas: “apostemos por la libertad”, diría Blas, ya que “el que no arriesga no gana”, completaría Sören.
Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos muy bien qué es ni dónde está”, canta Calamaro. La libertad, desde mi humilde punto de vista, es un constitutivo humano, no es un plus. Pero arriesgo algo más: lo constituye por ausencia. El hombre es libre porque no es perfecto. Y lo que motoriza su libertad es el deseo. Deseo de ser feliz, de ser más plenamente hombre, deseo de…
Dice Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía?. Para eso sirve: para caminar”. Lo mismo ocurre con el deseo. No sabemos si alcanzaremos lo deseado. Entonces, ¿para qué sirve el deseo?. Para eso sirve: para ejercer la libertad.
El deseo me lleva a elegir y renunciar. Cada elección-renuncia me constituye. Yo soy mis elecciones y renuncias. Y cada elección-renuncia, por revocable que sea, es en realidad definitiva. Soy lo que elegí-renuncié, elijo-renuncio y elegiré-renunciaré. Toda elección-renuncia nos compromete, aunque no lo queramos-sepamos... Hay que ser (muy) libre para optar para siempre.
Creo.

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